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Foto del escritorPierrick Massé

RUSALKA de Antonin Dvořák, el escenario en el lago

Actualizado: 21 abr


DATOS PRÁCTICOS

Fechas: del 12 al 27 de noviembre del 2020

Entradas: próximamente




Entre los días 12 y 27 de noviembre el Teatro Real ofrecerá 10 funciones de Rusalka, de Antonin Dvořák, en una nueva producción del Teatro Real, coproducida con la Säschsische Staatsoper de Dresde, el Teatro Comunale de Bolonia, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia, en los que se presentará después de su estreno en Madrid.


Basada en la leyenda nórdica de La sirenita, que Hans Christian Andersen transformó en un cuento universal, Rusalka habla de la imposibilidad de integración en un mundo que no nos pertenece.

El director de escena Christof Loy aborda esta ópera llena de dicotomías -el universo terrenal y el acuático, la realidad y la fantasía, el amor ideal y el carnal, la vida y la muerte… -tendiendo puentes entre ambos mundos y ahondando en las contradicciones, emociones y conflictos internos de los personajes, que transitan de la realidad a la ficción, en una producción que es un profundo homenaje al Teatro.

Ivor Bolton, director musical del Teatro Real, estará al frente de dos selectos repartos y el Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real en la primera presentación de Rusalka en el escenario del Real desde su reapertura.





El libreto de la ópera más célebre de Dvořák, estrenada en Praga en 1901, está inspirado en la versión checa de la leyenda folclórica centroeuropea que conocemos también a través de Undine (1811) de Friedrich de la Motte Fouqué y La sirenita (1837) de Hans Christian Andersen. El relato original encuentra una perfecta traducción musical en una partitura llena de magia y colorido en la que es posible adivinar la influencia wagneriana, en concreto, en las corrientes fluviales de El anillo del nibelungo. Presenta también notables similitudes con otra gran fábula acuática de sacrificio y redención, Sadko (1898) de Rimski-Kórsakov, todo ello sin renunciar a las raíces bohemias que el compositor, como artista comprometido con la música y la cultura nacional checas, imprimió a la mayor parte de sus creaciones. Rusalka conquistó pronto los países germanoparlantes, pero su eclosión internacional tardó en producirse pese a la celebridad de su “Canción de la Luna”. Desde las últimas décadas del pasado siglo, su presencia en los escenarios no ha dejado de consolidarse hasta convertirse en una de las veinte óperas más interpretadas de nuestros días a pesar de que, sorprendentemente, no se haya representado nunca en el Teatro Real desde su reinaguración.




ARGUMENTO


En el reino de Vodník se ha dado cita una familia teatral extrañamente misteriosa: el melancólico y, al mismo tiempo, irascible Vodník, la omnisciente y temida Ježibaba, las ninfas del bosque, que flotan sobre el escenario como bailarinas, y finalmente, Rusalka, la hija predilecta de Vodník, que no desea nada más ardientemente que poder flotar por el aire como sus hermanas danzantes. Pero a este mundo de las ilusiones y los suenos pertenecen también bromistas y payasos idealistas, y quizá muchos de estos sonadores ya han fracasado. El reino de Vodník es un mundo de fantasía, pero también de las desilusiones. Y, aún peor, Vodník, que odia a los seres humanos, no permite a sus hijas que abandonen su mundo.

ACTO I

Rusalka anhela una vida diferente, una vida real, en la que pueda pertenecer a un hombre, convertirse en una mujer amada y poseer un alma que luego ascienda hacia lo alto, hasta llegar al cielo, después de haber vivido una vida plena. Anhela el amor y ruega a Vodník que la deje libre. Este había temido siempre no poder mantener a Rusalka unida a él eternamente. Como un amante engañado, repudia a su hija y le desea toda la desgracia imaginable. Su madrastra Ježibaba la envía ahora al mundo y ella también le augura que fracasará en su camino vital. Como una bruja en un cuento, lanza una maldición antes de que se vaya: primero habrá de perder el habla y luego, en caso de que encuentre un hombre que la ame, y este no le fuera fiel, él habrá de pagar la infidelidad con su vida. Rusalka, sin embargo, prosigue su camino imperturbable: cree en el amor y en el poder de un alma inocente. Ahora puede flotar y bailar como una pluma. Y tal como se había imaginado en sus sueños más hermosos, un joven se pierde dentro de su mundo y se la lleva con él, lejos de una infancia que parecía tan protegida, pero que ha resultado ser cada vez más una prisión. La libertad y la felicidad que procura el amor parecen estar al alcance. Rusalka se queda, de hecho, sin habla debido a su felicidad.

ACTO II

El joven es un príncipe y ha llevado a Rusalka a su castillo. Una semana después de su primer encuentro ya quiere casarse con ella. Se organiza rápidamente la fiesta nupcial. Pero todo ello se precipita de tal forma que Rusalka apenas puede comprender su suerte y sigue sin poder recuperar el habla. Ella tiene constantemente la sensación de que no es digna del príncipe, y este, poco antes de la boda, se siente también profundamente inseguro y no sabe si esta extrana criatura silenciosa le hará feliz. Él desea que ella corresponda a su pasión con signos más claros. Pero Rusalka no conoce bien los juegos del amor y guarda silencio.

Una princesa extranjera, que ha sido invitada a la boda, reconoce las dudas del príncipe y percibe también que puede ser tentado fácilmente. Se burla de él por tener una prometida muda y misteriosa, y finalmente se propone seducir al novio en presencia de su prometida. Rusalka, que había creído en la bondad y la sinceridad de las personas, y especialmente en la palabra y el amor del príncipe, debe reconocer que Vodník tenía razón. Este se ha mezclado entre los invitados y observa cómo su hija fracasa en el gran y vasto mundo, exactamente tal como él había augurado. Rusalka, por el contrario, reprocha a su padre que es él mismo el responsable de que ella no pueda entregarse al príncipe. Ella ha debido de heredar su frialdad como dote. Además, la maldición de Ježibaba empieza a surtir efecto. Cuando ella ve cómo el príncipe traiciona su juramento de amor delante de sus ojos al reunirse con la princesa extranjera, todas sus ilusiones se derrumban. Su sueño de una historia de amor con el príncipe ha quedado hecho añicos.

ACTO III

Rusalka se ha quedado sin casa. Regresa de nuevo con su familia, pero ella sabe que su padre no volverá jamás a acogerla. Y cuando Ježibaba le aconseja que mate al príncipe –porque con ello podría liberarse de la maldición y recuperar su felicidad– ella reniega definitivamente del reino de Vodník. Prefiere vivir sin ser liberada que matar por venganza al hombre al que sigue amando. El mundo de los espíritus acoge ahora a la inquieta Rusalka. Vodník lamenta con las ninfas danzantes la pérdida de la hija y la hermana. Pero Rusalka vuelve a encontrar al príncipe en las nuevas esferas en que se ha introducido. Del mismo modo que el espíritu de ella se disuelve lentamente en el dolor del amor, al del príncipe le sucede otro tanto: por la mala conciencia de haber traicionado a Rusalka. Él ha renegado de los seres humanos y de la civilización y quiere estar unido a ella. Cuando los dos vuelven a verse, Rusalka puede hablar con él por primera vez. Y los dos intentan expresarse con toda claridad y comprender por qué su amor estaba abocado al fracaso.

Por fin puede perdonarlo y lo besa. Con este beso del perdón ella acaba con la maldición de sus padres y con la del mundo falaz que pesaban sobre él. Rusalka ha comprendido que amor y culpa, belleza y dolor, se encuentran entrelazados. Ahora, con su beso, puede liberar al príncipe del sufrimiento del mundo. Ella ruega a Dios que tenga compasión de los seres humanos.



Escúchala aquí




Fuente: Teatro Real de Madrid


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