TRANSITO de Jesús Torres.
Actualizado: 21 abr
DATOS PRÁCTICOS
Lugar: Sala Fernando Arrabal A, Naves del Español en Matadero Madrid.
Fechas: del 29 de mayo al 5 de junio del 2021
Entradas: de 15 a 20 euros, ver enlace
La Sala Fernando Arrabal A de Naves del Español en Matadero, espacio del Área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, acoge del 29 de mayo y hasta el 5 de junio el estreno mundial de Tránsito, ópera de cámara con música y libreto de Jesús Torres, dirección musical de Jordi Francés y dirección de escena de Eduardo Vasco, a partir de la obra de teatro breve del mismo nombre que Max Aub escribió en 1944 desde su exilio en México y que nos habla del conflicto, la lealtad, el compromiso y la obligación de los españoles que sufrieron el destierro tras la Guerra Civil. El elenco de Tránsito está compuesto por el barítono Isaac Galán (Emilio) y la soprano María Miró (Cruz) en los papeles principales, junto con la mezzosoprano Anna Brull (Tránsito), el barítono Javier Franco (Alfredo) y el tenor Pablo García López (Pedro).
Tránsito es un encargo y una nueva coproducción del Teatro Real y el Teatro Español que podrá verse en seis únicas funciones: 29 y 30 de mayo y 1, 2, 4 y 5 de junio, a las 19 horas.
En Tránsito, obra de teatro en un acto escrita en 1944 pero ambientada tres años después, en una noche de duermevela de 1947, Max Aub reflejó la historia de Emilio, un español en el exilio mexicano que dialoga, simultáneamente, con Cruz, la esposa que se quedó en España junto a sus hijos, y con Tránsito, su actual compañera sentimental. Emilio se enfrenta a la complejidad y a las dudas de construir una vida y un amor en el exilio que convivan con el compromiso y el recuerdo de su vida y de sus ideales políticos en España. Unos sentimientos en permanente conflicto marcados por la inseguridad, el destierro, el abandono, la distancia, la posibilidad del regreso y la culpa.
Cuando todavía muchos excombatientes y exiliados republicanos españoles conservaban la esperanza de que los ejércitos aliados contendientes en la II Guerra Mundial pusiesen fin al régimen franquista, Max Aub adelantó la detención total del tiempo con la que la historia habría de condenar a todos ellos en un laberinto de lealtades encontradas, desgarros y desengaños políticos y personales. Esta pieza de teatro breve constituye un testimonio ético de dicho momento histórico y la base literaria de esta ópera de cámara en un acto dividida en 12 «instantes» del zaragozano Jesús Torres, galardonado con el Premio Nacional de Música 2012.
Tránsito es una coproducción del Teatro Real y el Teatro Español con música y libreto de Jesús Torres, dirección musical de Jordi Francés, dirección de escena de Eduardo Vasco, diseño de escenografía de Carolina González, diseño de iluminación de Miguel Ángel Camacho y diseño de vestuario de Lorenzo Caprile.
ARGUMENTO
A lo largo de los tres primeros instantes Emilio se levanta en la noche, piensa en sus hijos e imagina hablar con Cruz, que le reprocha su relación con Tránsito, que se despierta también y pregunta a Emilio por la razón de su desvelo, a lo que éste contesta de forma esquiva: Tránsito vuelve a acostarse y se duerme.
El cuarto instante desarrolla el enfrentamiento entre Emilio y Cruz: ésta le recrimina su alejamiento amoroso, y Emilio le pregunta por Pedro, el hijo de ambos: teme por él, educado ahora por los franquistas. Cruz reprocha a Emilio su militancia política, que entiende causante de la actual separación. Tránsito despierta y pregunta a Emilio qué está escribiendo: Emilio afirma que es un manifiesto político.
En el séptimo instante alguien llama a la puerta: es Alfredo, un antiguo compañero de Emilio absolutamente arruinado que ha decidido regresar a España. Emilio, después de darle algún dinero para que pueda pasar la noche a cubierto, le recrimina su actitud y reivindica con firmeza su fidelidad republicana. Al quedarse nuevamente a solas con Tránsito, ésta aprueba su actitud con Alfredo, pero le reprocha su silencio y su falta de confianza para con ella. Emilio le responde con sequedad. Ella vuelve a acostarse. De nuevo a solas con el fantasma de Cruz, Emilio se muestra mucho menos seguro de sí y de sus convicciones: Cruz le reprende por el trato que ha dispensado a Alfredo, pero también por no haber llevado consigo a su familia, mientras Emilio habla de forma esquiva de su relación con Tránsito.
En el noveno instante, ésta entra en escena con una taza de café para Emilio: Cruz, desafiante, le pregunta porqué no ha tenido un hijo con ella, mientras aquélla, por su parte, quiere saber si ha tenido carta de su casa, a lo que Emilio replica con sequedad. Nuevamente a solas con Cruz en el décimo instante, ésta le cuenta que su hijo Pedro ha sido asesinado por la Guardia Civil tras detenerle por volar un puente. La conversación es ambigua: Cruz dice ahora que Pedro ha huido refugiándose en el monte para incorporarse al maquis, de lo que Emilio duda. Cruz le insta a que se acueste junto a Tránsito.
El undécimo (y penúltimo) instante corresponde a una inverificable escena entre Cruz y su hijo Pedro, en la que éste se niega a escribir a su padre, al que reprocha su alejamiento y su falta de comunicación con ellos: en sus últimas frases, Cruz expresa su propia desesperación y su terror tanto por la posible muerte de su hijo como por la incomunicación con éste y con su esposo (es obvio que todo cuanto acontece en este instante es una pesadilla de Emilio). En la brevísima escena conclusiva Emilio despierta y enciende la lámpara de la mesilla de noche: Tránsito se desvela una vez más y pregunta a Emilio por su preocupación, pero éste, nuevamente responde con evasivas.
Adoptando una idea iniciada por Debussy en Pelléas et Mélisande, continuada por Berg en Wozzeck, Shostakovich en Lady Macbeth, Britten en Peter Grimes y Poulenc en Dialogues des Carmélites, Jesús Torres incorpora igualmente cuatro interludios estratégicamente situados que interrumpen la acción dramática, a modo de meditaciones instrumentales. El primero de ellos aparece tras la segunda escena entre Emilio y Cruz: corresponde al cierre del periodo expositivo. El segundo, tras la escena entre Emilio y Alfredo: puede considerarse como la exposición de un segundo tema iniciando el desarrollo. El tercero, tras el noveno instante, asume una función claramente recapitulatoria: es la escena en que Tránsito habla a Emilio de su casi nulo contacto epistolar con España. El cuarto y último interludio corresponde al fin de la secuencia onírica en que Emilio sueña con Cruz. La Coda es la brevísima escena conclusiva entre Tránsito y Emilio. Precedida por un prólogo y finalizada con un epílogo igualmente instrumentales, toda la ópera, como la propia obra teatral, asume así una disposición más o menos asimilable a la estructura sonatística.
Los interludios prolongan la expresividad de la escena a la que suceden, pero también adelantan material de la sucesiva. En todo caso se trata de piezas de intensidad autosuficiente que, tímbricamente, ofrecen ocasionales comentarios acerca del propio desarrollo argumental. Es el caso, especialmente significativo, del tercer interludio, que prolonga el ambiente irreal creado por vibráfono, glockenspiel, arpa y piano en la escena precedente insistiendo sobre la nota Si bemol en tres octavas (nota asociada a Emilio), expandiendo un fondo sobre el que se desarrolla el diálogo imposible entre Emilio y Cruz que, a su vez, se dirige a Tránsito que, lógicamente, ni la oye ni la responde. El interludio (y la propia escena) no aporta verdadero material temático, sino un tipo de sonoridad ilusoria que se prolonga luego en los rápidos arpegios de cuerda y maderas sobre los que los metales trazan frases entrecortadas, un eco de las cuales aparecerá en la escena sucesiva. La oposición tímbrica (como la propia ideación temática) juega en todo momento con la substancia emanada de la propia dramaturgia: así, si el prólogo se inicia con una sonoridad para-sinfónica derivada de la escritura en duplicaciones, la escena inicial presenta a Emilio sobre una base de cuerda a tres voces cuya línea superior sugiere un Do frigio (pero armonizado en Si bemol mayor) que la armonía desequilibra levemente.
Ópera de cámara, Tránsito emplea una formación instrumental que requiere 18 ejecutantes: cuarteto de maderas (con saxofón en lugar de fagot), trío de metales, arpa, acordeón, piano, quinteto de cuerda y tres percusionistas que, amén de numerosos instrumentos no afinados, emplean vibráfono, marimba y glockenspiel. La escritura es, en su mayor parte, claramente camerística, pero en ciertos instantes se juega con duplicaciones que recrean una cierta apariencia de sonoridad sinfónica. Tal es el caso del preludio, que se abre con una vehemente frase expuesta a unísono por maderas y cuerdas agudas. La línea es significativa: estaría en Mi menor, pero la ausencia del séptimo grado sugiere un melodismo modal, en Mi dórico.
La línea contiene la materia interválica dominante en la escritura vocal: tono, tercera mayor, quinta, semitono, una séptima ocasional…Las frases vocales están escritas muy diatónicamente, pero la armonía difracta una lectura tonal. Arpa, acordeón y piano, por su parte, suministran arpegios y acordes bi o politonales. La vocalidad, estrictamente silábica, está estrechamente ligada a la fonética de la propia lengua y respeta cuidadosamente las correspondientes tesituras. Por lo demás, la elección es significativa: si la obra comienza con la nota Mi natural, concluye con la resonancia de la quinta en vacío Mi bemol-Si bemol (lo que conecta el final con el arranque de escena de presentación del protagonista). Ese descenso de semitono, así como la correspondiente ausencia cadencial, implican un comentario pesimista acerca de la caída y de la subsiguiente imposibilidad tanto del regreso como del establecimiento definitivo.
De gran inventiva y expresividad, la música de Jesús Torres utiliza de modo libre tanto los agregados disonantes no clasificables (ocasionalmente próximos al cluster) como los acordes de la gramática tonal empleados como sonoridades que permiten realzar el perfil de ciertos instantes al margen de toda funcionalidad tradicional, persiguiendo tanto la legibilidad del resultado como la ampliación desprejuiciada de los recursos compositivos del presente. Como sucede en Saint François d’Assise, la monumental ópera de Olivier Messiaen (con la que, no hace falta decirlo, Tránsito no guarda relación estética ni argumental alguna), la ópera de Jesús Torres no es ni propiamente tonal ni francamente atonal. La flotabilidad de la música, sus ocasionales referencias modales y su inconcreción armónica suponen toda una metáfora acerca de la propia situación emotiva y vital de su protagonista: la de un viajero anclado en un sueño sin presente y sin futuro.
Fuente: Teatro Real de Madrid.
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